Por
más vueltas que le dé, siempre llego a la misma conclusión. Se ha producido una fractura demasiado
profunda entre los ciudadanos y los políticos, como para que alcance a
recuperarse sin que una auténtica limpieza política se proceda en este país.
“Ellos o nosotros”.
Los
ciudadanos ven a la clase política como la escoria del país. Una clase
corporativa que tiende solo auto
perpetuarse sin tener en cuenta, el bienestar de la ciudadanía y solo los suyos
propios.
Tal
como expresa José Juan Toharía, catedrático de Sociología de la universidad de
Madrid. “Que los partidos piensan en sus intereses electorales, lo dice el 87%
de la población, que está descontento de la realidad social.
“Son
tiempos de austeridad, dicen”
Pero
quién puede creer en políticos, ni gobiernos, que no se recortan ni sus dietas
de restaurantes de cinco estrellas, o de cuatro, o de tres… y sin embargo los
ciudadanos se ven obligados, a que sus hijos vayan a la escuela con el taper en
sus mochilas.
El
ejemplo de Islandia invade con rapidez las mentes de los ciudadanos. Las
pancartas salen a las calles. “Qué se vayan todos” un grito ya está en boca de
la gran mayoría de personas. Las calles empiezan a ser abarrotadas diariamente
de personas decepcionadas por un gobierno fraudulento y mentiroso.
Hay
que tomarse enserio un síntoma de malestar colectivo que va creciendo ante una
situación desbordante e indeseable.
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