El sol emerge acariciando mi rostro
y posándo su mano sobre mis mejillas
en un canto suave de las golondrinas.
Desuella el silencio que envuelve los
bosques con el rocío de la mañana
que silenciosa deshoja los arboles y
cuya fría lluvia roza con sutileza
el amor adormecido y efímero.
Al amanecer,
aparece el tronar de las campanas, que altivas desafían los albores
que colman las praderas.
En mis pupilas,
aparece un matiz nacarado que abraza el destino calmado en un instante de luz y paz.
En un momento, el son embriaga las cumbres y los pájaros cantan en el altivo cielo, que perezoso envuelve un clamor de brisa malva y extiende albores azulados que rocían la mañana y abrigan la campiña y las montañas. Y danza la ninfa al compás de la pasiones que su danza desata
®Nuria de Espinosa
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