Campanas repican solemnes,
entre los muros de mi perdición,
y el silencio se estampa doliente,
sobre mi herido corazón.
El repicar que rodea mi aurea,
planea en un rincón, que dolido calla
y me abuchea.
Canta la alondra en la azotea,
y suena la música en mi balcón.
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