Al final de la lectura, descubrí que sin pretenderlo, ni esperarlo, de pronto estaba dentro de sus páginas en un mundo de color violeta donde las flores eran de oro y las hojas de plata.
Un mundo hermoso y fascinante que me obligó a pensar. La gente era menuda, pero cariñosa y la luna de color verde. Deseé quedarme en aquel lugar multicolor.
Sin embargo mi entusiasmo duro bien poco. Al ir a acariciar los pétalos de una flor plateada volví a mi mundo, ese mundo gris y tenebroso que tiene tanta inquietud.
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