Cada
primero de mes, Noelia emprendía el duro camino del dolor y la tristeza. La
mañana, era fría como el hielo. La congoja era su única compañía hasta que
llegaba a las puertas del enorme recinto. Un pequeño grupo de personas, con el rostro
entristecido, esperaban su turno en silencio.
Puertas
que se abrían, nombres que se mencionaban; el frió que traspasaba los huesos y
el sufrimiento que parecía imperecedero. Unos minutos de llanto; no había
tiempo para más y otra vez, un mes de espera y la incertidumbre de un amargo
silencio.
© Nuria de espinosa
Precioso texto Nuria! enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Ender, por tus palabras y por tu paso por mi blog, abrazos
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