La memoria se adhiere a las caras de la infancia, aquello que fue y ya no será; en los brazos de una madre que también fue niña; que abre sus manos y acaricia; al tiempo que un padre mece el recuerdo.
La edad avanza surcando profundos pliegues. Unos años que marcharon silenciosos, en un pasado que sobrevive entre retratos.
No se puede prever el tiempo cuando aún estamos en el presente; y la niñez quedó envuelta en situaciones cuyas secuencias se definen entre el antes y el después.
La mirada no desvaría, observa la cadena en cuyo último eslabón la muerte espera. Más allá, el tiempo contempla el espacio de un sueño que ya no existe; son pequeños matices de una vida, tal vez, en declive.