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jueves, 11 de diciembre de 2025

Pluviónica Rue


 “Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia” de Camille Pissarro, una escena vibrante de la vida urbana diluida en luz, agua y movimiento impresionante.


Pluviónica Rue


Gárgolas empavonadas

escurren fulgores.

Charquinos de antracita

refractan transeúntes.


Sombrillas en girándula,

tiliches en escorzo,

carruajes de cinabrio

en zumba de calígine.


Miriñaques trotan,

gabanes en acuarela,

faroles en tremólo

filtran almibar de grisalla.


La rue, en atávico pliegue,

balbucea aguacelada.

Zapatean siluetas

sobre empedrados de ocre.


Y en cada gotícula

se mecen —húmedos—

los latidos

de una París diluviana.



sábado, 29 de noviembre de 2025

La vida



 

En la hondura callada de sus ojos

se enciende un río que no pronuncia 

ningún nombre,

una claridad que rompe la penumbra

como una inquietud que no envejece.


Las pupilas son ventanas al instante,

refugio de silencios y de asombros,

donde el tiempo se queda suspendido

y el alma aprende a hablar sin pronunciarse.


Hay miradas que pesan como anclas,

otras que vuelan ligeras como brisa;

la suya, sin embargo, es un viaje

que te devuelve al origen de la ternura.


Mirarle es cruzar un umbral de fuego,

un espejo que no miente ni se apaga,

un faro que guía sin prometer destino

y enciende universos con tan solo 

un parpadeo.




lunes, 22 de septiembre de 2025

No es osadía

 



Desde la alta loggia, alzando los ojos al firmamento esmaltado de astros, la mujer prorrumpe con grave sonoridad:

Perdón, perdón te demando, ¡oh Vida inmutable!, por no haber discernido de súbito que en tus manos se ciernen los hilos del hado. Mas sábete, no me allano sin réplica, pues también yo ostento el albedrío de rehusar las sendas que me ciñes.

Non por osadía vana, sino por firmeza de ánima, me levanto contra los dictámenes que tu inescrutable querer pronuncia. Que si bien mi voz se encoge en ruego y clemencia, mi corazón permanece roqueño, arriostrado en sus propias raíces.

No consentiré que amortajes mis días con la melancolía luctuosa, ni que tus designios entenebrezcan mi albor. Non quebrantarás mi temple, que se forjó en fragua antigua y se arraigó en lo más hondo de mi ser como encina que resiste vendaval.

Así pues, oye mi voz: puedes tramar tu destino con rueca invisible, mas non lograrás domeñar mi espíritu. Yo seré, aun contra viento y oráculo, la señora pertinaz de mi jornada.

Y si lloro, sea por desahogo, non por derrota; si callo, sea por prudencia, non por sumisión. Así me afirmo: luchadora, pertinaz, guardiana de mí misma, hasta que el último soplo me sea arrebatado.





domingo, 21 de septiembre de 2025

La carta


 LA CARTA (HISTORIAS ENCADENADAS)

Así empieza esta historia encadenada Ginebra desde su blog Serendipia allí podrás leer todas las historias encadenadas.

"No lo dudó ni un sólo instante. Sabía que hacer ese viaje iba a suponer un cambio drástico en su vida. Ya desde niña la estuvieron preparando para aquel acontecimiento: al recibo de esa carta, su identidad dejaría de ser la misma y tendría que asumir su irrefutable destino..."

La figura del guionista desapareció entre la multitud del andén, y con él, todas las expectativas y cadenas que la habían atado a un futuro escrito por otros. Destiny sonrió con un brillo renovado en los ojos, sintiendo que por primera vez era dueña de su propio destino. El tren, que minutos antes parecía ser el vehículo hacia una vida predeterminada, ahora le ofrecía infinitas posibilidades. Subió al vagón sin mirar atrás, sin cargar más equipaje que su nueva libertad. Las vías que la esperaban ya no eran trazadas por nadie más; ahora sería ella quien decidiera el rumbo. Sin embargo al mirar por la ventana se quedó atónita...




sábado, 20 de septiembre de 2025

Oda






 

Pequeña luz que cuelga en la mañana,
cereza dulce, rojo reluciente,
tesoro breve, fruto transparente
que al sol madura, tímida y lozana.

En palma abierta brillas, soberana,
tu piel sedosa guarda un corazón latente,
y en un instante, al diente obediente,
se quiebra el júbilo que en ti se afana.

Tu zumo corre, fresco y perfumado,
y deja en la sonrisa su pintura,
regalo simple, puro y bien amado.

Así te guardo, joya diminuta,
que en un mordisco torna la amargura
en dulce paz que al alma se ejecuta.



domingo, 31 de agosto de 2025

Todo puede suceder


 

En un pequeño pueblo pesquero, donde el mar dictaba los ritmos de vida, apareció un visitante insólito: un pingüino emperador. Nadie supo explicar cómo había llegado hasta allí; las corrientes del sur no lo traían, y mucho menos los barcos de la zona, que solo conocían sardinas y atunes. Sin embargo, aquella figura negra y blanca avanzaba con dignidad por las calles empedradas, como si buscara algo más que peces.

Los niños lo siguieron primero, riendo. Pero pronto los adultos empezaron a notar detalles extraños: el animal parecía leer los carteles de las tiendas, se detenía frente a la biblioteca y, lo más inquietante, entraba cada tarde a la iglesia. Se colocaba en el primer banco, inclinaba la cabeza y permanecía en silencio.

El sacerdote, intrigado, se le acercó.

—¿Buscas algo aquí? —preguntó en voz baja, como si esperase una respuesta.

El pingüino alzó la vista, y en ese gesto hubo una solemnidad que ningún fiel había mostrado jamás. No habló, por supuesto, pero sus ojos reflejaban una añoranza inexplicable. Al día siguiente, los feligreses lo vieron de pie frente al órgano. Nadie le enseñó a usarlo, pero con sus aletas torpes logró arrancar notas graves y melancólicas, como el sonido lejano de los glaciares. La melodía era imperfecta, pero conmovía.

Pronto, el pueblo entero acudía cada tarde a escucharlo. No era ya un pingüino extraviado: era el organista del mar, el intérprete de un lenguaje que mezclaba hielo y fe.

Meses después, el animal desapareció sin dejar rastro. En el templo, sobre el banco donde solía sentarse, quedó solo una pluma. Y aunque nadie volvió a verlo, durante las noches de marea alta el órgano sonaba solo, vibrando con aquella música imposible.

Algunos lo llamaron milagro, otros delirio colectivo. Pero los niños, los primeros en seguirlo aquel día, nunca dudaron: el pingüino había venido a recordarles que incluso lo más improbable puede tener un lugar en la vida cotidiana, y que la belleza suele esconderse en lo impensado.


348 Palabras

Pluviónica Rue

 “Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia” de Camille Pissarro, una escena vibrante de la vida urbana diluida en luz, agua y movimie...