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viernes, 20 de marzo de 2015

La voz amordazada


Cada primero de mes, Noelia emprendía el duro camino del dolor y la tristeza. La mañana, era fría como el hielo. La congoja era su única compañía hasta que llegaba a las puertas del enorme recinto. Un pequeño grupo de personas, con el rostro entristecido, esperaban su turno en silencio.
Puertas que se abrían, nombres que se mencionaban; el frió que traspasaba los huesos y el sufrimiento que parecía imperecedero. Unos minutos de llanto; no había tiempo para más y otra vez, un mes de espera y la incertidumbre de un amargo silencio.


© Nuria de espinosa

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