No
siempre lo esencial es invisible para los ojos. Hemos nacido en una dictadura y
crecido en una democracia. Lo grotesco de todo esto es qué el estadillo de la
corrupción ha provocado el desánimo general y la desconfianza total hacía los
políticos y quienes nos gobiernan...
La
soledad ante el cruel espejo que refleja este inestable mundo, que afronta la
serenidad de un país de lobos ávidos de poder; gobernados por los corruptos de
quienes suculentamente se han zampado casi todo el pastel, con un solo nombre:
mezquinos.
¡La
añoranza del anhelado puesto de trabajo!
Aún
recuerdo una época de apetitosos manjares llena de incentivos, de sobres a
escondidas y reuniones en la oscuridad y el silencio de un despacho, hoy...
recibimos el postre de aquellos lobos carroñeros que se nos sirve en la bandeja
de los corrompidos; la miseria acecha inapelable.
La
sangre bombea, la vida se queja y la vanidad de los poderosos se tambalea.